Vieja política
Cuando quiero hablar de lo que fuimos hace poco,
del anémico país que sostuvimos,
de las reconversiones navales,
de la industria obsoleta,
de los primos emigrados,
de las vacas y miserias,
huyen mis hijos.
No hay hueco en el presente para historias que ya fueron,
para largas narraciones de aquello que vivieron los abuelos.
Nada o poco sabrán los nietos de la historia de verdad.
Cómo explicar a los que huyen de la mesa,
a los que están en la edad de no mirar,
que el país en que vivimos fue hace nada,
sólo atrás hasta sus padres,
una tierra desolada, un solar casi vacío.
Cómo explicar lo que fuimos,
la promesa de gloria cultivada
en carpetas de estudio tan sobadas,
en los folios que aprieta el chaval espabilado,
en la soledad ilusionada de esa niña, tan rara.
Yo soy ella y él, los hijos de abajo,
mimados príncipes, testas coronadas de milagro,
sin dinero.
Yo soy ella y él,
hijos de humildes,
los primeros de tantas familias en llegar
a la universidad,
¡por fin la libertad!
Pero aquí estamos, los que un día fuimos príncipes,
reclamando de los hijos un minuto,
deseando explicar la osadía de los viejos,
queriendo decir que sólo somos mera sombra,
un reborde de grandeza que no es nuestra.
España es el cetro de otros reyes,
de aquellos que no saben de Lakoff ni de Weber ni computers.
Ellos acometieron la hazaña:
atravesaron el abismo,
dieron el salto
de la miseria al nuevo mundo,
¡por fin Europa!
Fueron ellos, los abuelos.
Con su vieja política,
convirtieron nuestro pobre país desierto
exiliado
dividido
en tierra de llegada.