¿Y si los políticos amaran la delicadeza,
la medida frágil de las cosas?
¿Y si ellos consintieran en decir
que no saben, que quizá sí, quizá no?
¿Y si la marioneta que tanto habla callara un instante
para mirarme en lo profundo de los ojos?
Quizá pudiera aprender que no está sola,
que aquí estoy yo, como ella,
aprisionada y vulnerable.
¿Quién los ha engañado a ellos,
a los temerarios que se suben a un atril?
¿Qué encuesta demanda políticos-oráculos,
la cólera de Dios incendiando al otro bando?
Que no…
Que sólo queremos coraje,
un corazón capaz de calibrar la resbaladiza orilla a la que llevan las promesas,
la densidad de los sueños que se tejen alrededor de las cosas que proclaman.
Alguien debería recordarles que las cosas importantes
se dicen en voz baja,
por si acaso.