El cartero nunca llama tres veces

"Multitud de fiesta", de María Alejandra Suárez

“Multitud de fiesta”, de María Alejandra Suárez

Somos legión. ¿Cuánta gente espera en esta cola de Correos que da la vuelta a una manzana y se come parte de la siguiente? A las nueve menos veinte de la mañana cuento…¿200, 250 personas? Aquí estamos aquellos a los que el cartero llamó dos veces y no estábamos en casa. Aquí estamos para recoger la documentación que nos permitirá votar.

Somos una multitud, pero no una muchedumbre. Esta cola gigante no grita ni lanza consignas. Aquí reina el silencio de las ocasiones solemnes. Hay que tener un casi sagrado sentido de lo que significa tu voto para incorporarte a esta cola que abruma a los que estamos en ella, y que hace sonreír (de satisfacción, no de burla) a la gente que pasa a nuestro lado, camino de sus trabajos o del arduo penar de estar en paro.

Somos una multitud, pero no un rebaño.

Somos una manada que avanza poco a poco hacia las profundidades de la oficina de Correos. En silencio porque el voto es secreto. En silencio porque nadie es tan maleducado como para ponerse a dar el mitin justo ahora. La gente, la mayoría de la gente, es bastante más decente que la mayoría de los políticos. Si no fuéramos más decentes que ellos, no estaríamos aquí, ejerciendo una inmensa paciencia, convenciéndonos a nosotros mismos de que merece la pena volver a votar, entregar de nuevo nuestra confianza a  todo esos vagos intransigentes que no han sido capaces de ponerse de acuerdo.

¡Qué paciencia tiene esta manada que se aferra a los móviles para pasar el rato! Cuesta un poco mirarse a las caras. Cuesta porque nadie quiere cometer la indecencia de interrogar a nadie. Pero de soslayo nos miramos todos. Yo vigilo, sobre todo, al tiparrón que avanza dos metros por delante de mí. No le quito ojo porque lleva unas bermudas muy azules y una banderita de España incrustada en la muñeca. Me gustaría que desertara porque sé qué va a votar. Pero no se va. Aguanta tan a pie firme como la señora de la camisa roja de cuadros y el chaval del pendiente que lleva un  monopatín bajo el brazo.

Anda que si el jovenzuelo del monopatín está repitiendo su primer voto, el voto del 20D que no sirvió para nada… ¡Menudo ejemplo le dan los exquisitos esos que no han sabido cumplir con su trabajo de formar gobierno!

¿Divago demasiado? ¿Me alargo? Pues perdonad, gente. Perdonadme porque llevo ya hora y media en la cola y con algo tengo que entretenerme… Aunque a lo mejor tengo que dejar de escribir ya. Lo digo porque hace rato que el tipo que se apoya en la farola quiere ahorrarse cincuenta puestos de espera… Pero yo no le dejo pasar delante mía. Ni de coña, gente. Le placo con este corpachón tan bien nutrido de años y arrugas. Ya no tengo edad para que un listo  me tome por tonta. El tipejo se cree que no le vigilo. ¡Qué no le vigilamos! Pero éste no nos la cuela. A estas alturas del verano, ya no nos la cuela nadie. Ni siquiera esos casi ineptos, casi intolerantes, casi indecentes,  a los que los ciudadanos de todos los colores vamos a dar curro este domingo 26 de junio.

 

 

Acerca de Esclavitud Rodríguez Barcia

Periodista y escritora, autora de las novelas "Un rumor que no se va" y "Nunca más tu sombra junto a mi". Ha trabajado como consejera técnica en la Secretaría de Estado de Comunicación (España) y formó parte del equipo fundador de Inversor Ediciones. Redactora en prensa económica y creatividad publicitaria. Nació en Vigo en 1961. Es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática de Madrid.
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