Hubo un tiempo en que los raros como yo, la gente eternamente vergonzosa, sudaba mares de angustia para sonreír en público, alzar la mano y saludar.
Simplemente saludar es desde siempre un martirio para mí. Nunca se me ha dado bien encontrar la palabra, el gesto y el tono que a los demás, a las personas no malheridas de timidez, les brota de modo natural. Por eso disfruto tanto de esta era de las redes sociales. Porque aquí tengo pista para coger impulso, cobrar valor, atreverme a decir eso que tan mal me sale de viva voz:
-Hola, aquí estoy. Aquí estoy como vosotros, hecha de la misma materia y deseos y quebrantos que vosotros.
Viviré (espero) muchos otros 6 de enero como éste. Y en todos ellos prometo hacerle homenaje a Tim Berners-Lee, mi Rey Mago particular. Fue él quien inventó la web y sentó las bases para el uso civil de Internet, es decir, para el uso de la Red tal y como ahora la conocemos.