La escritura para Internet necesita del habla. La Red es una aldea íntima y en las aldeas, por muy globales que sean, la gente no se comunica enfajada en formales corsés, sino en un lenguaje mucho más cotidiano.
Internet ha condenado a destierro la escritura burocrática y, en su lugar, ha traído el habla al primer plano. El habla conveniente, no el habla malbaratada a través de “diputaos” y “ej que mire usté…”
En la Red hay que conversar. El quid de la cuestión está en cuál es el nivel que uno normalmente tiene al hablar. Hay gente que habla maravillosamente bien. Y, ¡0h casualidad!, esa gente suele escribir tan maravillosamente bien como habla.
Hay mucho de prejuicio en la idea de que escribir bien es mucho más difícil que hablar. La frontera no surge entre lo oral o lo escrito, sino entre las ideas mediocres y las que no lo son.
Es la idea lo que da altura intelectual al discurso o la escritura.
Las palabras impresionantes no impresionan. Provocan fatiga. Lo que encandila es otra cosa: que nos atrapen en una historia. Cuando la pensadora Dolores Reig afirma que Internet es un espejo aumentado de las emociones, está abriendo la vía para que consideremos la Red un espacio literario.
Tenemos que escribir tal y como hablamos, y también tal y como nos enseña la literatura. Parece contradictorio, pero no lo es. Yo creo que no. En absoluto. ¿Hay palabras más coloquiales que “Sangre, Esfuerzo, Sudor y Lágrimas”, o “Tengo un sueño”? Forman parte de dos discursos -dos piezas orales- a la altura de los grandes poemas. Honremos a Churchill y a Martin Luther King.
Yo creo que los grandes internautas avant la lettre son los poetas, héroes particulares de ésta que aquí habla. Escuchad:
“Los pozos no tienen dueño”, dice el poeta saharaui Limam Boisha.
“Los ojos no resisten tanta ferocidad”, nos cuenta el mexicano José Emilio Pacheco.
Cuando te pongas a escribir, no sufras ni te pongas solemne: habla. Sólo habla.
La torre de Babel surgirá ante ti, y se hará gigantesca, sólo si insistes en ponerte los manguitos de funcionario y retorcer esa naturalidad que hace tan fluida la conversación. Como ésta que (eso espero) estamos sosteniendo tú y yo.