
Robert Doisneau
La poesía resuelve debates que la sociedad lleva siglos arrastrando. Incluso el más eterno: ¿el amor es un vampiro que todo lo devora o un angelito que todo lo regala? Resulta que la versificación, esa sincrética manera de escribir que mucha gente considera demodé, nada in y en absoluto cool, encierra la piedra filosofal de las relaciones entre hombres y mujeres. Y si no me creéis, escuchad este haiku de Luis Alberto de Cuenca:
Viajar a Marte
o al cuarto de la plancha,
pero contigo.
Extrema claridad es lo que que esos tres versos del haiku, bailando al ritmo de 5-7-5 sílabas, introduce en toda esa maraña de tensiones, debates, palabrería y verdades como puños que cada año escuchamos en torno al 8 de marzo, Día de la Mujer.
La poesía es comunicación, lo que Vicente Aleixandre llama “el unánime corazón de los hombres que palpita extendido”.
“Viajar a Marte/ o al cuarto de la plancha,/ pero contigo”. ¡El misterio de la vida metido en una cáscara de nuez! A la luz de esas tres mínimas frases, a mí se me ocurre que los poetas conocen desde siempre el secreto que a muchos se les escapa: que el amor es igualdad, o nada es.
Yo no sé si Luis Alberto de Cuenca se prenderá un lacito en la solapa el día 8, o buscará una conveniente etiqueta(perdón, hashtag) a la que adherirse. Y tampoco sé si lo hará Julia Barella, pero lo que si sé es que a ella no le harán falta rimbombantes palabras de portavozas para defender el feminismo. Ya lo ha hecho susurrando, que es como mejor te escuchan. Al menos como mejor te escuchan los niños y la gente curiosa, con alma de pájaro. Abrid su poemario Aguas profundas y, una vez en él, asomaos al abismo que describe en apenas treinta palabras:
“Están ahí contando su dinero
y es justo hacerlo
los hijos
y el coche necesita gasolina,
ya os he dicho
que estamos orgullosas,
todo este trabajo
sin reconocimiento
tiene mucho mérito.
Si no hubiéramos llegado hasta aquí
no se nos exigiría tanta resistencia”.
El griego Yannis Ritsos, todo un hombre, encontró estas imágenes para asomarse al mismo abismo que Julia Barella:
“En esta casa me ahogo. Y es que la cocina
es como el fondo del mar. Las pequeñas cafeteras
colgadas brillan
como redondos como inmensos ojos de peces fabulosos,
los platos se mueven lentamente cual medusas,
algas y conchas se aferran a mis cabellos -no logro
arrancarlas”
El amor sin miriñaques ni corsés, el amor respirando a pleno pulmón la radical igualdad entre hombres y mujeres, está en la poesía desde siempre. Lo está porque la poesía no es un juego intelectual, sino un sentimiento colectivo. “Viaja del misterio de uno al misterio de todos”, dice Juan Gelman.
Los poetas son tan pescadores de almas como los apóstoles que acompañaron a Jesús. Tienden la red al océano, intentando atrapar en ella las palabras que nos permiten traspasar la frontera entre lo tangible y ese algo inasible de lo que está hecho la vida. Os dejo aquí un puñado de sus testimonios, recogidos un poco al azar en los poemarios del siglo XX que más me gustan y que me acompañan todos los días. Los guardo aquí, a mi espalda, en la estantería de este pequeño espacio en el que escribo y que es a la vez cuarto de la plancha y lo que Virginia Woolf llamaba habitación propia.
. Muerte en el olvido, de Ángel González:
“Yo sé que existo
porque tú me imaginas.
Soy alto porque tú me crees
alto, y limpio porque tú me miras
con buenos ojos,
con mirada limpia.
Tu mirada me hace
inteligente, y en tu sencilla
ternura, yo soy también inteligente
y bondadoso”
.De Táctica y Estrategia, Mario Benedetti:
“Mi táctica es
hablarte
y escucharte construir con palabras
un puente indestructible”
.De Ritos de jaima, del saharaui Limam Boisha:
“El hombre que pasa,
el círculo femenino,
el ovillo lanzado,
letras de hilo en el aire,
y qué risas entonces
cuando el hombre devuelve
el mensaje con un regalo”.
.La voz a ti debida, Pedro Salinas:
“Perdóname por ir así buscándote
tan torpemente, dentro de ti.
Perdóname el dolor, alguna vez.
Es que quiero sacar
de ti tu mejor tú”.
.La ternura, de Jacques Brel:
“Por un poco de ternura
cambiaría de rostro
cambiaría de lenguaje (…)
Por un poco de ternura
te ofrecería el tiempo
que queda de mi juventud”
.Parásitos del paraíso, Leonard Cohen:
“Yo soy demasiado rimbombante y llamativo cuando te has ido
Soy Juan el Bautista, engañado por el agua
y el amor misericordioso, salvaje pero demasiado conocido
Juan de la miel, del tiempo, añorando no la
música, añorando, añorando ser Él
me siento disminuido, trafico en versiones de la Palabra
que no sobreviven a las piedras rotas de las tablas
estoy solo cuando te vas”
. Prehistoria, de José Emilio Pacheco:
“Mujer, no eres como yo
pero me haces falta.
Sin ti sería una cabeza sin tronco
o un tronco sin cabeza. No un árbol
sino una piedra rodante”.
.Ideas de orden, de Wallace Stevens:
“Ella es lo que es así como yo soy lo que soy:
y percibiendo esto mejor percibo yo mi ser
y el tuyo. Solamente nosotros dos podemos intercambiar,
cada uno en el otro, eso que tiene cada uno que dar”.

Robert Doisneau