La prepotencia de las malas novelas quema la política

Vigo en llamas

Las novelas llenas de cosas y artefactos, de excusas tramposas para hacer avanzar la trama, suelen aburrirme. Me suenan a falsas y, sobre todo, me hacen pensar en que el autor es un prepotente, un pedante que no confía en la inteligencia del que lee, y que por eso tiene que explicarle al dedillo todo lo que sucede con los personajes, en lugar de dejar que los personajes crezcan y se batan con la vida. Pues algo así me pasa estos días con la política que se hace en España: los líderes (supuestos líderes ) que hablan desde Cataluña, Galicia y Madrid lo hacen como malos novelistas, dando por supuesto que el lector (o sea, la ciudadanía) es tonto y se cree las consignas –tan hueras como todas las de su especie- que acusan a los pirómanos de arruinar el bosque gallego y a los imperialistas españoles de robar el pan de los catalanes.

La vida, como las buenas novelas, no son cuentos en blanco y negro de buenos y malos, de represores dictadores que apalean a angelitos híper-democráticos, ni de gobernantes súper-eficientes cuya labor fenece a manos de piratas armados de antorchas.

Estoy hasta el mismísimo centro de mi ser de malos novelistas. Porque la política es literatura, desde luego. Pero de la buena, de la que es capaz de agacharse allí donde al votante le duele el alma. Y también hasta  donde habitan las muy diversas tonalidades de gris que tan bien sientan a la verdad.

Acerca de Esclavitud Rodríguez Barcia

Periodista y escritora, autora de las novelas "Un rumor que no se va" y "Nunca más tu sombra junto a mi". Ha trabajado como consejera técnica en la Secretaría de Estado de Comunicación (España) y formó parte del equipo fundador de Inversor Ediciones. Redactora en prensa económica y creatividad publicitaria. Nació en Vigo en 1961. Es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática de Madrid.
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