Nuestro señor Miguel de Cervantes no fue nada manco a la hora de dejarnos consejos de redacción esparcidos por El Quijote. He aquí unos cuantos que hoy, en el Día del Libro, nos ayudarán a desfacer los entuertos que surgen cuando la necesidad de maravedíes, y también la obligación de remar todos los días en la galera de Internet, nos obligan a juntar letras con buen gobierno.
Escuchemos qué nos dice Cervantes en el Prólogo:
-“(…) No hay para qué andéis mendigando sentencias de filósofos (…) sino procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas salga vuestra oración y período sonoro y festivo, pintando, en todo lo que alcanzaréis y fuere posible, vuestra intención; dando a entender vuestros conceptos, sin intrincarlos ni oscurecerlos. Procurad también que leyendo vuestra historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el grave no la desprecie, ni el prudente deje de alabarla.”
Y ahora detengámonos en el capítulo que trata del “Ridículo razonamiento que pasó entre Don Quijote, Sancho Panza y el bachiller Sansón Carrasco”:
-“…las acciones que ni mudan ni alteran la verdad de la historia no hay para qué escribirlas…”
-“…lo que yo alcanzo, señor bachiller, es que para componer historias y libros, de cualquier suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento. Decir gracias y escribir donaires es de grandes ingenios: la más discreta figura de la comedia es la del bobo, porque no lo ha de ser el que quiere dar a entender que es simple. La historia es como cosa sagrada; porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad, está Dios, en cuanto a verdad, pero no obstante esto hay algunos que así componen y arrojan libros de sí como si fuesen buñuelos.”
Asomémonos ahora un momento al capítulo “Donde se cuenta lo que en él se verá”:
-“Has dicho, Sancho, mil sentencias encerradas en el círculo de breves palabras”.
Llegando estamos al capítulo “De lo que sucedió a Don Quijote con un caballero de la Mancha”:
-“Riña vuesa merced a su hijo si hiciere sátiras que perjudiquen las honras ajenas, y castíguele, y rómpaselas ; pero si hiciere sermones al modo de Horacio, donde reprenda los vicios en general, como tan elegantemente él lo hizo, alábele (…) Si el poeta fuere casto en sus costumbres, lo será también en sus versos; la pluma es lengua del alma.”
Nos trasladamos al capítulo “De lo que a Don Quijote le sucedió con su escudero Sancho yendo a su aldea”, aunque más bien pudiéramos tomarnos nosotros la licencia de re-titularlo “De la premonición de lo que sucedería en la posteridad”:
-“Yo apostaré -dijo Sancho- que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón, o tienda de barbero, donde ande pintada la historia de nuestras hazañas.”
Permitan a la escribana poner como epílogo este extracto del capitulo que nos cuenta “De cómo Don Quijote cayó malo, y del testamento que hizo, y su muerte”:
-“Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: “Aquí quedarás, colgada de esta espetera y de este hilo de alambre (…) adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte.”