Literatura de la realidad

“La sombra del amor”, de Anthony Sandis

“Yo siempre he creído (…) que hay que prestarle atención a la gente común en la no ficción y que, sin cambiar los nombres o falsificar los hechos, los escritores podían producir (…) una Literatura de la Realidad.” La cita corresponde a Gay Talese, autor de Retratos y Encuentros, uno de los libros periodísticos más literarios que he leído nunca. Y hoy la traigo aquí porque un amigo mío dice que yo soy periodista a medias, y que es la literatura lo que de verdad me subyuga. Tiene razón, pero la verdad entera radica en que la vida, a mí, me suena a literatura. Creo a pies juntillas en eso de que la realidad siempre supera a la ficción. ¿Qué novelista hubiera osado imaginar un Papa como el que tenemos ahora, capaz de insuflar fe en los corresponsales periodísticos más ateos y curtidos? ¿O quién se hubiera atrevido a tejer la historia que ata a Ségolène Royal, nueva ministra de Ecología y Energía en Francia, con François Hollande, Presidente de la República y también ex pareja de la mujer que compitió antes que él por el cetro supremo del país de la Grandeur?

Ségolène y François hubieran hecho las delicias de León Tolstoi. Me río yo de los avatares de Ana Karenina… O de la hipocresía de Madame Bovary. O de los pesares y pecados de la Clara Aldán que Torrente Ballester se inventó para Los gozos y las sombras… Estoy embelesada ante ese temblor de novela rosa que, una legislatura tras otra, se cuela en las solemnidades del Elíseo y, de rebote, en las páginas de los sesudos periódicos de medio mundo, a su vez encantados de corear el cuento. Francia y los líos de sus presidentes (la doble familia de Mitterrand; Sarkozy y su casamiento con Carla Bruni) son un maná para la prensa seria, que puede así, inocentemente, cacarear que en sus páginas se escribe la Historia con mayúscula, aunque en realidad nos esté contando un relato que en las novelas de Corín Tellado o Barbara Cartland (¡abuela de Lady Di!) consideraríamos exagerada, puro pasteleo.

Yo escucho con fruición de cotilla y alma de portera los discursos de Ségolène Royal y de François Hollande. Porque cuando ella habla sobre las veletas y los molinos de viento, o él sobre el peligro de ciertas energías, ¿de qué están hablando? ¿De política y economía, o de esos mensajes cifrados que jamás dejan de intercambiarse los que una vez se amaron? Los pedantes le hacen ascos a las novelas de amor. Y sin embargo… Carla Bruni, bellísima consorte de Napoleón Sarkozy, tuvo el encantador gesto de llegar a la Casa Blanca con el cabello coquetamente adornado con un casquete a lo Jacqueline Kennedy Onassis. ¿Cabe mejor y más literaria puesta en escena para dejarse saludar por Michelle y Barack, siempre tan visiblemente enamorados? Por cierto, ¿qué pensaría Cecilia Attias, ex de Sarkozy, cuando Carla –entonces recentísima esposa de Nicolás- resucitó la forma de vestir y peinarse de la Jackie Reina de Camelot? Ah… Hubiera dado yo una pestaña por saber qué pensó del teatral espectáculo la Mujer que se había dado el lujo de destronarse a sí misma y dejar al Bonaparte del siglo XXI plantado en medio de la plata y lamparones del Elíseo, divorciado sólo seis meses después de jurar el cargo… “Hubiera dado”. Eso he escrito. Nótese la precisión. Porque en realidad no me hace falta renunciar a pestaña alguna de mis ojos, sino pagar unos euros. Los que me costará Une envie de verité (Ganas de verdad), el libro que Cecilia publicó en 2012 para poner en su sitio a Nicolás y contar el cuento del Príncipe que no era príncipe, sino batracio…

Me encanta esta venganza de la literatura contra todos aquellos que la daban por muerta. Como si alguna vez alguien se hubiera creído de verdad que las fábulas se limitan a Macondo y el hielo, y que es otra cosa que literatura el viento que enredaba a Kennedy, Jackie y Marilyn Monroe.

La vida es una fábula, fantástico relato, puro cuento. Y qué maravilla estos tiempos de Internet para los que, como yo, creemos en la esencia literaria de la existencia. Lo son porque la rapidez y la fugacidad de las redes sociales propician que se acentúe el peso de las emociones en la narración de cualquier hecho, y también porque los periódicos se ven obligados a primar el viejo arte de la crónica, del reportaje amplio y personal y pulcramente escrito. Ese género nunca morirá… precisamente porque es Literatura, o sea, vida bullendo que no pide invento. Se basta y sobra ella a sí misma, la vida, para llenarnos de asombro. Yo degusto con fruición la inversión diaria de talento que realizan muchos periodistas. Admiro a los que me ofrecen relatos que reúnen no sólo datos o cifras, sino nudo, núcleo, corazón de lo que pasa. Y no necesito que compongan una novela de misterio y crímenes, de esas que están tan de moda, para demostrarme cuánto tienen de literatos. Lo sé. Lo compruebo todos los días, cuando los veo enhebrar la literatura de la realidad.

Acerca de Esclavitud Rodríguez Barcia

Periodista y escritora, autora de las novelas "Un rumor que no se va" y "Nunca más tu sombra junto a mi". Ha trabajado como consejera técnica en la Secretaría de Estado de Comunicación (España) y formó parte del equipo fundador de Inversor Ediciones. Redactora en prensa económica y creatividad publicitaria. Nació en Vigo en 1961. Es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática de Madrid.
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2 respuestas a Literatura de la realidad

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