Ya está bien de esa falacia que tanto interesa a las fuerzas conservadoras. Ya está bien de diseminar por ahí la idea de que la educación financiera consiste en fomentar la inversión. Ya está bien de medias verdades interesadas, de focos que alumbran sólo una parte de la realidad.
La educación financiera no es lo que se suele decir, o lo que suelen decir los partidos políticos.
Ustedes, caballeros conservadores, no aherrojen las palabras. No las secuestren. Denles libertad. La misma libertad que reclaman férrea e insistentemente para los mercados. No pretendan que la educación financiera sea eso que compete sólo -única y exclusivamente- a la gente que tiene suficiente dinero para ahorrar y, a partir de ahí, mover sus ahorros hasta convertirlos en inversión.
La educación financiera no es un bolso de hiper-lujo ni un abrigo de martas cibelinas. Es pan, la miga nuestra de cada día.
Y ustedes, próceres de la izquierda, dejen de esconder la cabeza como avestruces asustadas. Las finanzas no muerden, ni queman ni envenenan… ¡a menos que un partido político que dice creer en la ciudadanía huya de ellas como de la peste!
Estafa consentida
Las finanzas alimentan que es una barbaridad. Quien las conoce y las entiende, tiene un pie en el bienestar.
Señores míos de la izquierda: no barran las finanzas lejos de ustedes; no las manden de una patada hasta el umbral de la casa del otro partido. ¿Por qué, cuando se trata de lo financiero, olvidan el credo básico de ese famosísimo lingüista norteamericano al que tanto dicen admirar? “No nos dejemos arrebatar el lenguaje”, predica George Lakoff, el profeta al que ustedes rezan… sin acordarse de la letra de la oración.
Los conservadores se han apropiado de la educación financiera. Le dan el significado –restringido y elitista—que a ellos les conviene. Y los líderes de la izquierda, que reservan el sentirse altos y grandes para los mítines, se dejan estafar como pobres ignorantes.
Qué absurdo dejarse convencer de que la economía se agota en el paro y los salarios. La economía irá mejor cuánto menos miedo tengamos todos a esa parte de la propia economía (¡la educación financiera!) que nos hemos dejado arrebatar.
La educación financiera no consiste en explicar qué es una put, una call o un swap, sino en algo tan elemental como dejar claro qué diferencia hay entre una tarjeta de débito y una de crédito.
La educación financiera consiste en explicar a los ciudadanos, y muy especialmente a los chavales que se acercan a la edad de votar, por qué la economía no es algo que se practica en las altas esferas, sino una actividad en la que estamos inmersos todos a todas horas, desde que suena el despertador y tomamos la decisión de levantarnos o de descansar un rato más, a riesgo de perder el autobús…
La relación entre el riesgo, la seguridad y la rentabilidad es la ecuación básica de las finanzas. Puro sentido común, como les gusta decir a algunos políticos cuando hablan de las decisiones que ellos toman.
Puro sentido común… ¡El que les falta a los políticos de izquierda cuando se dejan robar el lenguaje!