Matemáticas de Cenicienta
Hay que trabajar, hay que limpiar,
hay que mirarle las muelas a ese niño,
vigilar si el pelo se enreda en los piojos
o si hay leche, fruta fresca, besos que alejen
la sombra fría
que aquí no entra.
Afanada en lo siempre necesario,
perdí la cuenta,
blindé mi boca.
Pero ya se hicieron los “hay que”.
Ya caminan firmes los que un día fueron niños.
Y ahora soy yo la que flota,
perdida
en los deberes de amor sin resolver,
en la ecuación que aún me intriga,
incapaz de decidir si será suficiente
mi fe.