No voy a comprar ni una sola burra más de esas que se empeña en venderme cierto feminismo ramplón. Oh, sí, justamente ese tan lleno de postureo, tópicos y pamplinas que también a ti te incomoda tanto. Mi hija mayor lo llama feminismo hipsterciense, o sea, feminismo propio de claustro y comunidad cerrada en la que debes comulgar sí o sí con la Fe en la santidad de las mujeres y la maldad de los luciferes (hombres todos, por supuesto).

“Torera”, de Pilar Albarracín, videoartista y activista feminista desde mucho antes de que naciera ninguna instagrammer.
No voy a comprar ni una burra más porque, de tanto pretender que me empodere, el radical feminismo pop me está convirtiendo en una Barbie del Pensamiento, o sea, en una cursi Señorita Pepis, una repipi de esas que tiene soluciones fáciles y buenísimo-buenistas para todo.
No voy a comprar ni una burra más porque es Navidad, y en Navidad los padres compran cuentos para los niños, y de ninguna manera me voy a unir a la corriente que se sirve de la ignorancia o necedad de ciertos progenitores para atacar a los clásicos de la literatura. Ni de coña me van a hacer comulgar con la idea (¡la burrada!) de decir que Caperucita, Hansel y Gretel, Las Zapatillas Rojas y demás relatos de toda la vida son cuentos machistas, patriarcales, escritos para domesticar a las pobres chicas instagrammers que todo lo critican pero se aferran como ávidas madrastras a las fantasiosas mentiras de sus espejitos mágicos.
No voy a comprar ni una burra más porque estoy harta de que todas esas personas humanas (sic) que tanto presumen de saber de comunicación, de vivir en la era de la comunicación y etc etc., hayan perdido el arte de cultivar las neuronas y pensar por sí mismas. Si se decidieran a hacerlo, estoy segura de que enseguida caerían de la burra y se darían cuenta de que la denostada Caperucita es bastante más lista que el lobo, y que gracias a ella generaciones y generaciones de niñas (y niños) nos dimos cuenta de que hay que andar con mil ojos por la vida y no fiarte de nadie. Y mejor ni hablamos del castigo que la prota de “Las zapatillas rojas” sufre por exceso de coquetería. Y de Hansel y Gretel qué me decís, ¿eh? Dejadme recordar que Gretel, la niña de “La casita de chocolate”, es la que salva a su hermanito Hansel de las garras de la bruja malvada. ¿Queda claro?