Palabras urgentes contra el Covid19

La elocuencia es sobria, va directa al grano y aborrece las auto-medallas. La elocuencia detesta las palabras sobadas. La elocuencia debería conseguir que yo me quedara clavada a la tele de mi cocina. Sobre todo cuando–en medio de una crisis bíblica- la portavoz de un Gobierno se dirige a mí un domingo a la hora de comer. Sin embargo, se me terminó la paciencia bastante antes que el pescado con patatas y el trocito de pan de antes de la naranja. Conectaban en directo con Moncloa (sede del Gobierno de España) y a mí, al rato, se me abatían los hombros y los ojos. Tanto que desistí de enterarme de cuáles son las actividades económicas no esenciales que, desde mañana, supongo que librará a una de mis hijas de ir a trabajar.

La información que la ministra-portavoz debía trasladarme en su rueda de prensa hace diana en el corazón mismo de mi vida. Si mi hija no tiene que acudir a su puesto, disminuirán en mucho sus posibilidades de contagiarse del bicho (coronavirus, Covid19) que nos tiene a todos muertos de miedo. Yo soy una madre típica. Quiero decir que todo lo que concierne a mis vástagos me golpea para bien o para mal. Y sin embargo, yo no he tenido paciencia para escuchar a la ministra-portavoz hasta el final. “Ya me enteraré; paso de perder más el tiempo”, me dije a los diez minutos de aguantar su cháchara, mientras un contundente “¡qué coñazo!” me daba la medida de lo que en ese mismo momento pensaba el resto de la familia. Tan unánime fue la sensación de sopor que, de inmediato, todos nos pusimos de acuerdo para poner en orden nuestra cocina y barrer y fregar haciendo caso omiso a la autoridad. Con el sonido de la tele quitado, ahí la dejamos,  parloteando sola en la pantalla.

Ojalá mi Gobierno utilizara palabras tan urgentes como mi propia urgencia. Palabras tan enérgicas y directas y apasionadas como la energía, la pasión y la falta de pamplinas y remilgos que estamos desplegando los ciudadanos.

Por supuesto que es importante que el Gobierno subraye y reitere ideas y palabras clave. Por supuesto que la gente está ansiosa de un mensaje de unidad. Por supuesto, ¡pero después de desgranar la información urgente, pertinente, la del momento! O sea: primero el titular y después el aliño de relleno, la salsa en la que viene bien mojar el pan y la esperanza nuestra de cada día.

Quiero de mi Gobierno el tono y la intención que está desplegando, pero no esa morosa retórica que lo atasca en los detalles de lo que todos padecemos. El hecho de que me cuente lo que me pasa no me arenga. Pudo hacerlo en un principio, pero ese momento ya pasó. Los ciudadanos no necesitamos consuelo, sino directrices, un alguien que nos diga “ahora toca para allá, así que venga: ¡todos al lío!”.

“Quiero resaltar la transparente información que estamos dando” y “reiterar las gracias a todos los que luchan contra el virus” y “hacer especial hincapié en que hacemos todo lo que podemos” y bla-bla-bla, querida ministra, está muy bien, pero no es el meollo de lo que quiero escuchar. Resulta que la gente ya sabemos que el Gobierno tiene un papelón que resolver, y que lo hace lo mejor que puede,  y que nosotros ídem de ídem, pero oiga… ¿qué puñetas tiene que decirnos?, ¿podría usted dejar de repetirnos mil veces lo que todos sabemos ya e ir directa a lo que nos importa ahora, en este preciso momento? ¿Mi hija mayor tiene que ir a trabajar mañana o no? ¿Podré ir al banco? Y mi primo el que trabaja en una fábrica que todavía tiene suministros, ¿qué?, ¿qué pasa con él? ¿Y las empresas de mensajería? ¿Y si tengo que ir a Correos?

Qué pena de rueda de prensa. De esta y de tantas que llevamos desde el inicio de la crisis. Qué pena de larguísimas introducciones llenas de auto-bombo y supuestas inyecciones de coraje a los ciudadanos. ¡Qué no, líderes! Que así no. Mejor con más concisión. Mejor sin palabras-pañuelo. Mejor sin palabras-persiana que nos hagan cerrar los puños, rabiosos de ver cómo os demoráis en lo innecesario, en lo que no hace falta nombrar porque está sobre la mesa, a la vista de todos.

 

Acerca de Esclavitud Rodríguez Barcia

Periodista y escritora, autora de las novelas "Un rumor que no se va" y "Nunca más tu sombra junto a mi". Ha trabajado como consejera técnica en la Secretaría de Estado de Comunicación (España) y formó parte del equipo fundador de Inversor Ediciones. Redactora en prensa económica y creatividad publicitaria. Nació en Vigo en 1961. Es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática de Madrid.
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