Pobre pez tan asustado,
en las rocas enjaulado.
Pobre pez que está atrapado,
muy sediento y enfadado,
naufragado y en secano.
Esa boca que se mueve,
¿tú qué crees que nos dirá?
Quizá llore y se lamente.
Algo así tendrá en la mente:
“Glub, glub, glub,
qué idiota fui.
¿Por qué me habré alejado
de mi grupo de pescados?
Si el sol sigue apretando,
si el mar ya no entra aquí,
¿qué será pronto de mí?
Al mar abierto querría huir.
Yo no quiero estar podrido,
¡fea espina expuesta al sol!
Yo no quiero que me pesquen.
Yo no quiero que me frían
ni tampoco ser botín,
de gaviotas el festín.
Ya no quiero estar solito,
sin los otros pescaditos.
¿Y si esa ola (“¡Hola, bonita!”)
se acercara por aquí?
Anda, guapa, ¡dame un beso!
¿Me acaricias?
Si no vienes,
¿qué será pronto de mí?
Al mar abierto me quiero ir”.