¡Siempre es la economía, estúpidos! Pero también la esperanza…

 

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“Madre migrante”, imagen de Dorothea Lange

“Pobre Carlota. Pobre Rosa. Qué dulces las enamoradas, tan ingenuas… Nunca sabrán ellas, ni el estupefacto país que escuchó al ilustre Lastra, que está Juan ya harto de todo, incluso de la empalagosa importancia de la comunicación y la retórica presidencial. Puede que este gobernante tan bien hablado y tan encantador y simpático nos engañe a todos, pero ¡para qué se va a engañar él mismo, en su misma mismidad! Esos juegos pertenecen a otra época, al pleistoceno de sus tiempos de Delfín. Juan asume que a él, que es el Jefazo, le irá bien sólo en la medida en que los bolsillos de los votantes no tengan demasiados agujeros. Pero esto que os cuento, amigos, esto sí que es un verdadero secreto de Estado. Corramos por tanto un tupido velo de silencio, tan grueso al menos como el que el propio Juan ha echado sobre esta verdad que ni en sueños reconoce. Porque él no es un cínico ni un descreído, ¿estamos? Él no está aquí para manipular a la gente, sino para liderarla. Y la principal obligación de un líder, amigos, es ofrecer esperanza. Esperanza con E de Esmeralda, con E de la añorada suegra de este hombre que al fin entiende que la esperanza es, en el fondo, el único tema del medio centenar de novelas que la bruja del moño negro dejó tras de sí.

Si no fuera por las palabritas bobas de E y de R, esa otra escritora popularísima (“populachera”, sostienen algunos) con las que, muchas noches, el hidalgo Lastra se aligera el alma…

Sin la esperanza de reconocerse a sí mismo, de recordar al joven que fue, ¿qué sería del pobre Juan?

Si la prensa hubiera podido hurgar en los pensamientos privados de Juan, se hubiera quedado sorprendida de qué insignificante fue el hilo que llevó al jefe de Gobierno hasta el verdadero liderazgo político. Él mismo se guardará muy mucho de contarlo porque, bien mirado, si algún día se decidiera a hacerlo… nadie le creería o, peor, le tomarían por un cretino ingenuo y sentimental. Debía Juan el gran momento de su vida no a una sesuda reflexión de un histórico pensador, sino al impacto de unas palabras que Ricardo Gómez vertió en su bitácora de comunicación política. Desvinculado ya del PSD y dedicado a asesorar a las nuevas democracias del Norte de África, el antiguo asesor había escrito en su blog, en vísperas del Debate sobre el Estado de la Nación: “No hay nada más fácil para un político que asumir el cinismo cono norma de conducta; lo difícil es defender a capa y a espada la inocencia y la decencia, el derecho a la fe, la posibilidad de dirigir sobre las cosas una mirada limpia.”

Ricardo y Juan habían padecido muchos momentos de desencuentro en los años previos a la llegada de Lastra al poder. Discutieron tanto que acabaron dándose la espalda. Nunca había sido Ricardo rencoroso y, mira tú por dónde, la responsabilidad del poder enseñó a Juan a no serlo, o al menos a disimularlo. Han conseguido los dos hombres recuperar una comunicación fluida y constante, pero estrictamente particular y no oficial. Tienen Juan y Ricardo un chiste privado (“Acuérdate de Fedora”) que hubiera hecho las delicias de Esmeralda. Pero qué se le va a hacer si no llegó a escucharlo. Una pena, porque a la escritora le gustaba perorar largo y tendido acerca de la belleza con la que Fedora, la memorable película de Billy Wilder, retrata como ninguna –y en la clave de tragedia romántica que tanto amaba Esmeralda- la asfixia del mentiroso en sus propias mentiras.

Qué razón tenía Esmeralda cuando proclamaba a los cuatro vientos que la vida es un folletín, y que son folletín de lujo, caviar disfrazado de sardinas, las gigantescas novelas de amor –retratos del alma humana- que generaciones y generaciones de lectores adorarán por los siglos de los siglos…

Qué pocas veces tenemos presente que el amor, la esperanza que trae siempre consigo el amor, es la piedra sobre la que levantamos todas nuestras iglesias.”

……………

Extracto de la novela Es pecado tirar el amor. Disponible en Amazon

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Acerca de Esclavitud Rodríguez Barcia

Periodista y escritora, autora de las novelas "Un rumor que no se va" y "Nunca más tu sombra junto a mi". Ha trabajado como consejera técnica en la Secretaría de Estado de Comunicación (España) y formó parte del equipo fundador de Inversor Ediciones. Redactora en prensa económica y creatividad publicitaria. Nació en Vigo en 1961. Es Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense y Máster en Comunidades Europeas por la Escuela Diplomática de Madrid.
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