“Son chulísimas estas sandalias. ¿Te las vas a probar? Acaban de llegarnos. Aún no se las ha probado nadie. Ah, que son para tu hija… Pero prueba igual, ya verás que cómodas. Yo tengo dos hijos, dos nenes que están en una edad tremenda. Fíjate que el otro día, que aún había cole y ni se hablaba del coronavirus, fui al banco y cuando volví, a la una, aún no habían desayunado. Ni levantado tampoco. Es que están enmadrados, ¡enmadrados!, y eso que mi ex marido es como de mi familia. Llevamos diez años divorciados pero si yo le llamo y le digo “Jose, llévate a tus hijos tres días que me están agobiando”, él va y se los lleva. Su mujer también es muy maja. Bueno, entonces, qué número quieres. ¿De dónde sacó tu hija el pie pequeño? ¿Del padre? Qué suerte. Mi marido, o sea, mi ex, tiene los pies enormes, igual que mis niños. Yo es que aquí no vendo zapatos para ellos. Casi nadie usa esos números. No los tengo ni en esta tienda ni en las otras dos que tengo en Ventas y Carabanchel. Si, hija, soy empresaria, sí, y cualquiera diría “¡qué guay!”, pero no veas las horas que echo en el ordenador. Un caos mi vida, si pretendo tenerlo todo controlado aquí. Un caos horrible, porque a mí lo que me gusta es ver gente. Si no estoy en esta tienda, estoy en una de las otras. Odio pasarme muchos días seguidos solo con lo de las cuentas y los pedidos para aquí y para allá. Ay, pero qué color de pelo más bonito llevas. A qué peluquería vas. ¿De verdad te lo haces tú en casa? No me lo puedo creer, con lo que a mí me gusta ir a pegar la hebra con Aurora, que tiene el salón nada más a tres manzanas de mi urba, en un centro comercial enorme que tenemos en la salida 24. Es que yo vivo muy cerca del centro, ¿sabes? Pegadita, pegadita al centro. Media hora y ya me ves por aquí, o en mis otros comercios. Bueno, claro, sí, yo voy y vengo muy rápido porque no salgo nunca en hora punta. Entonces, ¿te las llevas, las sandalias? ¿Tú vives por aquí? Sí, ¿enfrente? Pues oye, cuando quieras pásate y hablamos. Mira, ahora mismo casi estoy por dejar a mis chicas solas y me voy contigo a tomar un café. ¿No te importa? Ay, hija, qué bien, para una persona que encuentra una con la que se puede hablar… “
Hablé con Carmen (o más bien Carmen me habló a mí) el 9 de marzo, cuatro días antes de que se decretara el confinamiento de los ciudadanos en sus casas. Me pregunto cómo se las apañará estos días para mantener su soledad lo bastante ensordecida. Ojalá tenga un perro que sacar a pasear.