El bar sigue en la orilla,
ofreciendo un café, dos palabras
-también un cálido silencio-
cada vez que tocas tierra,
otra vez haciendo pie.
Sólo que ahora el reclamo es más intenso.
Al rótulo que siempre lo ha anunciado
(“Kiosco de las Almas Perdidas”)
le han añadido neón,
una inyección de luz que no tenía en nuestra infancia.
Quizá para guiar a los náufragos,
recordarles que es posible zarpar y levar anclas,
pero también cuánto tiene de espejismo toda huida,
la estúpida ambición de largarse
de uno mismo.
La marea en la que naces va siempre contigo,
te pincha y mece y marca el rumbo.
No tiene piedad, el mar.
Es un rumor que no se va.
(Tampoco puede huir de sí misma Esmeralda Montalbán, ex catedrática de Literatura y célebre escritora de novelas rosas. Hay rumores imposibles de silenciar)